Desde la península de Istria en el norte, hasta la región de Dalmacía en el sur, pasando por su hermosa Riviera salpicada de islas de todos los tamaños, muchas de ellas con sus tranquilas e impresionantes calas y refugios abiertos al mar, hay toda una gama de experiencias que cualquier viajero que se precie debería conocer. Descubrir la belleza única de la ciudad de Dubrovnik al sur de Croacia, y poder disfrutar de su paz que seguramente encontraremos en su interior o en la mayoría de sus bahías y playas solitarias de muchos de sus  pequeños pueblos marineros, motivará todavía más al viajero. Algunos de estos lugares a los que me refiero son pequeños rincones que hay en la costa y en varias de sus pequeñas islas, como es el caso de Ston, Kolecep, Lopud, Zaton, Slano, Sipan y Cavtat, entre otros, que definen aun más el encanto de este país.

Para la mayoría de los mortales, Dubrovnik siempre ha sido, y continuará siendo, una ciudad extraordinaria que a lo largo de la historia ha confiado en sus tres puntos fuertes: la navegación; San Blas, el patrón de la ciudad; y el arte del buen comer, por lo que desde hace tiempo  se está convirtiendo en uno de los destinos más exclusivos gastronómicos del Mediterráneo. Además fue capital y centro neurálgico durante 800 años cuando era la República Independiente de Ragusa, su original nombre en croata, y topónimo que le pusieron los illirios romanizados cuando la levantaron en el siglo VII d.C. Y, por si todo esto fuera poco, además su centro histórico se encuentra bajo la protección de la UNESCO.

Casi nada, diría yo, lo mismo que le ocurre a su vecina Venecia y otras hermosas ciudades del Adriático, la villa de Dubrovnik disponía de su propia flota de guerra para defenderse, pero no fue suficiente para impedir que los vikingos normandos se adueñaran de ella en el año 1081. Poco después, ya entrado el siglo XII, se erigieron murallas alrededor de la nueva ciudad para protegerse de las invasiones que venían, tanto de Oriente como de Occidente. Y, más tarde, durante la Edad Media, bajo influencia bizantina, se construyeron dos de sus joyas arquitectónicas: el palacio rector (sede del gobierno y residencia del príncipe) y su catedral románica en honor de la virgen de la Asunción, aunque la actual es un obra barroca muy hermosa de los siglos XVII y XVIII, pues la original quedó destruida en el terremoto de 1667.

Ya en los siglos XIV y XV se levantaron las impresionantes murallas tal cual las conocemos hoy que encierran la hermosa ciudadela amurallada de Ragusa. Una vez en su interior no hay que dejar de pasear por su calle Stradun, la más importante y representativa de Dubrovnik que está completamente empedrada al igual que los edificios que la recorren. Y ya que nos encontramos paseando por su centro no debemos dejar de visitar también su Catedral, el Monasterio de los Dominicos, la Iglesia de San Blas, el Palacio del Rectorado, el Museo de Arte Moderno, El Palacio Sponza, la fuerte circular de Onofrio en la famosa Plaza de Laza, y un largo etcétera de otros muchos lugares que seguro merecerán la pena.

En cuanto a su centro histórico decir que es algo que no nos defraudará, y lo veremos al pasear por sus murallas, por sus callejuelas estrechas y empedradas, y por cualquier rincón que encontraremos cuando estemos paseando por toda ella. En fin, que esta ciudad es un destino ideal para conocer durante todo el año, sobre todo en la época estival cuando se celebra el Festival de Verano de Dubrovnik, un escenario único que se inaugura a partir del 10 de julio y dura hasta el 25 de agosto, donde nos ofrecen multitud de representaciones teatrales y de danza, conciertos de música clásica o bailes tradicionales, entre otros espectáculos. Pero tal y como está la situación del momento en el mundo no sé yo si se podrá celebrar.

También la primavera y el otoño son épocas interesantes para acercarse hasta este rincón del Adriático, tal vez por su clima, o por su arquitectura, o por lo que sea, ya que no acostumbra a estar repleto de viajeros, algo que hay que agradecer, al menos esa es mi opinión profesional ya que llevo viajando por el mundo más de medio siglo y casi siempre intento evitar el mogollón turístico.

En cuanto a su gastronomía decir que es muy heterogénea y que aquí se la conoce como “la cocina de las regiones”, ya que acostumbra a ofrecer sus propias tradiciones culinarias. Se trata por tanto de una cocina mediterránea, con abundantes influencias italiana, y un verdadero paraíso para los amantes del pescado fresco y los mariscos. Sus verdaderas raíces se fundamentan en los periodos más antiguos de la historia de este país, y en las diferencias existentes en las costumbres tradicionales de los habitantes del interior y los que viven en la costa. Este tipo de cocina está más caracterizada por su influencia eslava, así como por los contactos más recientes con otras culturas, como pueden ser: la húngara, la austriaca, y la cocina turca. Pero también tiene mucha influencia con la cocina mediterránea de países como Italia, Grecia o España, sobre todo en las áreas costeras, que es donde más se deja notar con platos tradicionales.

Sin embargo, y sin menospreciar lo que se ha dicho anteriormente, en un país en el que predominan las grandes extensiones de pastos, y donde hay numerosos animales que los pueblan, el plato estrella tenía que ser la carne, sobre todo en las zonas del interior, donde se ofrecen variadas recetas que hacen honor a la preciada gastronomía croata. Entre los más conocidos se encuentran el pollo asado relleno y acompañado de compota de membrillo, que es muy apreciado por los alemanes que visitan este país; el pastel de carne y arroz envuelto con hojas de col; y la carne de caballo, que es más de influencia italiana.

No debemos de olvidar que el aceite de oliva y el buen vino son dos ingredientes que no pueden faltar en una mesa croata. Y, como ya se ha mencionado anteriormente, los pescados y mariscos cocinados con arroz, o un guiso de pulpo, los embutidos de Dalmacia y de Istria, o de cualquier otra parte del país, son algunas de las alternativas a la hora de tener en cuenta. Y, a tener en cuenta también, los “Konoba”, que es el nombre que reciben las tascas y bares de la ciudad, en donde podemos comer muy bien a un precio bastante económico, o simplemente acudir a ellos para tapear un poco.

Estaremos muy acertados si lo hacemos ya que es tradición en Croacia tomar una gran variedad de aperitivos de buena calidad, entre los que se encontran desde los embutidos más simbólicos, como el “Kulen, una especie de salchicha seca con picante, hasta los quesos de oveja más exquisitos del sur de Dalmacia. Y, no olvidemos también que entre los embutidos naturales destacan los que se elaboran en la isla de Brac y en la de Pag, dónde además suelen exportarlos a otros países.

Pero en la ciudad de Dubrovnik además existen restaurantes que merecen la pena, varios  de los cuales se encuentran situados en la zona vieja. No tienen perdida porque habrá gente haciendo cola para entrar en alguno de ellos, ya que suelen ser bastante económicos y en la mayoría se sirven pescados y mariscos. También en la calle Izmedu hay restaurantes a buen precio, como es el caso de Sciabecco. Y, a la hora de pensar en la bebida os recomiendo probar la cerveza Pivo, es económica y no tendremos problema en encontrarla. Y, como no podíamos obviar al rey de las tapas, decir que el jamón de Dalmacia, tanto el magro como el dulce, se suele ahumar en esta parte del país.

Y, llega el momento de hablar un poco de los postres, pues en esta parte del país se elaboran  algunos pasteles a base de frutas y quesos. Entre los más conocidos se encuentra el “Atrukli”, una especie de rollito de pasta a base de huevo y nata que se rellena de queso cotagge. Los dulces con miel son otra de las opciones para los más golosos, y como no, la “tarta macarana”, hecha con huevo y almendra, y emborrachada con licor de cerezas amargas. Se recomienda también el “orehnjaca (hojaldre de nueces) y el “makovnjaca” (hojaldre de semillas de adormidera).

No muy lejos de Dubrovnik visitamos la pequeña ciudad de Ston, famosa por sus criaderos de ostras y por sus viejas salinas que datan de la época romana. En esta población hay varios restaurantes y tabernas donde poder degustar su rica gastronomía, además de los vinos de esta zona del país. Si se pretende comprar algún vino curioso podemos hacerlo en Bakus, una bodega y restaurante que está en el centro de Ston. Desde esta ciudad se llevaban hasta las ricas y abundantes mesas de los emperadores romanos las ostras y almejas que todavía se cultivan en su bahía, y que son muy sabrosas y nada caras. Estas ostras fueron conocidas por casi todos los reyes europeos y en pleno verano viajaban a la Corte Vienesa en cajones de madera envueltas con vegetales para que se preservaran mejor y llegaran frescas a la mesa del emperador Francisco José. Durante el período de la República de Dubrovnik, la bahía de Ston fue alquilada a varias familias que se comprometieron a cultivar las ostras y a otorgar una parte de su producción al Estado. Esos cultivadores se denominaban kamenicari (que significa “gente que trabaja la piedra”). La parte que los cultivadores daban al Estado se utilizaba para invitar y regalar a los corresponsales extranjeros que visitaban la ciudad de Dubrovnik.

Volviendo al tema de los vinos, decir que en todo el territorio de Croacia existe una gran variedad de uvas, por ello los caldos que se elaboran en este país son muy diferentes. Entre las clases de vinos existe los Blancos, Rizling, Burgundac, Traminac, Malvazija, Pinot y Zlahtina, y dentro de los tintos se encuentran Opolo, Plavac, Dingac, Postup, Teran, Merlot y Kabernet. Los vinicultores croatas tienen una larga tradición de cultivo de la vid y de producción de vinos exquisitos y ligeros, tanto en la parte continental como en esta zona costera de Dalmacia.

Hay también otras bebidas algo más fuertes, como son sus populares aguardientes šljivovica, travarica, lozovača, y los licores prošek y maraschino. También en la península de Peljesac, que es una zona donde predominan las extensiones de viñedos, el sol lo acompaña gran parte del año haciendo que sea muy gratificante el cultivo de Plavac Mali, una especie de uva autóctona cultivada sólo en esta parte de la región dálmata. Con esta materia prima se elaboran vinos reconocidos mundialmente, como Ivan Dolac de la isla de Hvar o Murvica de la isla de Brac. Dingac, el vino elaborado a partir de Plavac de Peljesac, es el primer vino croata que se puede equiparar a los mejores vinos del mundo.

Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada

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