Desde hace algunos años acostumbramos a viajar en coche por España y  Europa con la intención de descubrir lugares maravillosos y rincones idílicos donde poder descansar y estar a gusto durante algún tiempo. En uno de esos viajes descubrimos una región que era nueva para nosotros y que se encuentra en la zona montañosa de Quercy Bland, al suroeste de Francia.  Ahí hablando con la gente nos recomendaron el simpático hotel del que hoy vamos a hablaros y que se llama domaine de L´ISLE BASE.

Sus propietarios, y nuestros anfitriones, Bart y Christophe, son dos jóvenes belgas «sobradamente preparados» que hace algunos años vivían inmersos en la estresante rutina de la vida moderna en su Bélgica natal. Era la lucha diaria para alcanzar esa meta de éxito profesional que a todos nos intentan inculcar desde la infancia. No basta solo con intentarlo, hay que llegar a la cima de la profesión que hayamos elegido, como si nuestra vida fuera en ello. Sobra decir que son muy pocos los que lo consiguen ya que la mayoría nos vamos quedando en el camino sin saber a ciencia cierta si ese tipo de vida llevaría realmente a la felicidad.

Pero seguimos insistiendo, y además lo hacemos sin reflexionar, sobre el porqué de esa batalla diaria que casi siempre resulta infructuosa. Así nos imaginamos que era la vida de Bart y Christophe hasta que un día frenaron en seco y decidieron cambiar por completo de meta. De Bélgica se fueron a Francia, de una gran ciudad se mudaron al campo… y de una vida llena de stress y modernidades pasaron a tranquilas jornadas con la música clásica como telón de fondo.

No cabe duda que esta pareja de buenos amigos tuvieron suerte en encontrar este bello lugar: dominio de L’ISLE BASSE (www.islebasse.fr), que han reconvertido con mucho trabajo y buen gusto, así como también con todo lujo de detalles, en un alojamiento rural de primera con la peculiaridad de que ellos viven ahí y reciben a sus clientes como si fueran sus amigos de toda la vida. Porque si hay algo que caracteriza a Bart y Christophe es su gran generosidad.

La finca tiene unas pocas hectáreas y ahí también se encuentra  la antigua mansión. El hotel tiene capacidad para ocho personas repartidas en dos edificios: el principal y más moderno que ofrece  cuatro habitaciones dobles con baño incorporado y dedicado, cada una de ellas, a sus cuatro abuelas: Albertine, Leona, Zoe y Elodie. Y otro edificio más viejo aunque totalmente reformado que data del siglo XVIII y que ofrece dos habitaciones dobles ideal para una pequeña familia.

En el edificio principal decir que la habitación más barroca es la de Albertine que nos invita a descansar con sus tonos blancos y rojos. Y ahí, sobre una cómoda está la antigua cristalería de la abuela, recordándonos en todo momento que este dormitorio es un homenaje a ella. Mucho más discreta es la estancia Elodie que nos transporta al mundo de la naturaleza y donde la vieja librería es todo un detalle que ocupa un lugar principal. La habitación Leona nos lleva a un universo entre el gris y el azul, al igual que su viejo y elegante vestido que forma parte de la decoración del dormitorio. Sin embargo, el cuarto dormitorio es el mundo de Zoë y es todo blanco. Aquí su antigua estantería de un viejo café ha sido reconvertido en un cabecero para la cama.

  Cuatro habitaciones dobles, como decimos, cada una con su estilo y personalidad que nos harán creer que nos encontramos en nuestro propio hogar.

Pero además de estas cuatro originales habitaciones dobles personalizadas con baño y  Wi-Fi gratuito en cada una de ellas, la casa principal cuenta con una cocina moderna, su salón comedor y baño y se puede alquilar por semanas.  Y otro edificio más antiguo que se reformó por completo y ofrece dos dormitorios  dobles con baños. El lugar es ideal para una familia o un pequeño grupo de amigos.

Cuenta además con un antiguo establo que ya forma parte del edificio principal, y está restaurado igualmente con un gusto exquisito. Probablemente es ahí donde «se cuecen las ideas». El establecimiento alberga además un viejo palomar de piedra y madera rodeado de un amplio jardín con flores y árboles donde podremos pasear y descansar a gusto.

Todas las mañanas se sirve un desayuno bufé y los huéspedes podrán degustar la cocina tradicional elaborada con productos de la zona, ya que estos dos artistas salen a comprar casi todos los días y preparan los menús con mucho cariño y bajo petición. Así es el verdadero hogar que Bart y Christophe comparten con sus clientes y amigos invitados.

La estancia incluye alojamiento y desayuno con pan y bollos recién horneados, pero bajo reserva también se puede cenar al estilo gourmet por un poco más. Aperitivo con champagne, un primero y un segundo plato, y un postre, todo ello regado con buenos vinos franceses, conforman el menú. Aunque Bart es el cocinero y prepara minuciosamente todos los platos basados en los productos regionales franceses, a los que da su toque particular, también hay que decir que Christophe participa en la organización y decoración del día a día. Y, si el tiempo lo permite la cena se podrá servir al aire libre y si no, en el comedor, bajo las magníficas lámparas de cristal, tipo araña, en un entorno privilegiado para degustar las especialidades de esta santa casa.

Guía Viajera:

Para llegar en coche a este bonito rincón del suroeste de Francia se recomienda tomar la Autopista A-20 o E-6 desde Toulouse o desde Cahors, hasta Fontanes. Una vez allí habrá que preguntar ya que domaine de L´Isle Basse se encuentra un poco alejado de esta población.

Texto: Elisabeth Norell Pejner

Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada